La noticia recuerda aquella otra suerte de performance ocurrido en 1954 cuando, de manera inesperada, se manifestó un platillo volador en los predios de la Ciudad Deportiva habanera que, al final del día, terminó siendo un operativo publicitario sin precedentes pues de la nave comenzaron a descender los más famosos artistas de la televisión de la época.

Más de medio siglo después vuelve a ocurrir algo parecido pero en las antípodas. En un salón de la Universidad de las Artes de La Habana (ISA) ha aparecido, como por arte de magia, el cadáver del más detestable terrorista de los últimos tiempos, Osama Bin Laden, pero sin huellas de haber sido violentado, como durmiendo una siesta en el bochorno tropical de la isla.

Se trata de una provocativa instalación con técnica de hiperrealismo en cera a manos de un comando norteamericano debida a tres artistas, Julio y Manolo Castro y Alberto Lorente que parecen dominar el arte de la cera para materializar figuras humanas, capaces de emular con las que alberga el famoso Museo de Madame Tussauds en sus sedes de Nueva York y Londres.

Ya habían hecho algo similar durante la pasada Bienal de La Habana cuando confrontaron las reproducciones de Fidel Castro y José Martí para una obra titulada Encuentro. Esta de ahora se llama He, vocablo que no ofrece ninguna pista sobre la significación de la presencia del personaje en Cuba, donde, además, no ha sido censurado como ocurrió recientemente con los miembros del grupo Omni Zona Franca, apresados en la heladería Coppelia cuando trataban de ejecutar uno de sus sonados performances en protesta por no haber sido incluidos en la venidera XI Bienal de La Habana, que se celebrará del 11 de mayo al 11 de junio.

Políticamente, la instalación He pudiera ser tan sensible y controversial como los performances que hiciera Tania Bruguera en Colombia, donde repartió cocaína entre los asistentes y en La Habana, al montar un micrófono abierto en un centro cultural para que las personas expresaran libremente sus opiniones.

La presencia de un Bin Laden durmiente, porque no queda claro que esté muerto, en Cuba, que ha sido refugio de otros terroristas, encierra una especulación de inconvenientes connotaciones internacionales entre la isla y el país más agraviado por el cerebro detrás de los atentados del 9/11. La transgresora instalación apareció en el ISA apenas cinco días después del primer aniversario de la muerte del terrorista a manos de un comando norteamericano.

Claro que al ser una obra de arte se expone a los más disímiles interpretaciones y hace pensar en el regreso de la agresividad del arte de los años ochenta, cuando la efigie de Ernesto Guevara sirviera como alfombra de entrada a una exposición y el diario Granma como una letrina.