Las sonajas de hoy dedicadas a la turba
viernes, noviembre 07, 2014
Si
le acusan de corrupción o lavado de activos y usted se reconoce
inocente, debe ser el primero en favorecer que el asunto se ventile con
libertad. La duda ciudadana pesará mucho si le sorprenden tras los hilos
de una o varias patrañas. Si usted es inocente, cálmese. No se esfuerce
en rebatir el argumento de quien le acusa con algo tan baladí como que
se trata de persecución política, es un odio viejo o es parte de la
estrategia de un aspirante a la silla presidencial.
Si usted fue presidente en varias ocasiones y se sueña todos los días ajustándose otra vez la ñoña, le hacen un enfermizo servicio las turbas y el vocerío de su entorno que agreden y roban a quienes disienten de sus aspiraciones y ejecutorias, sosteniendo la pancarta constitucional de la disidencia.
Esta semana hemos seguido los capítulos de ciertas novelas rodadas en los pasillos de la justicia y la reciente, entre batazos, golpes, hurtos y maltratos frente a un hotel de lujo en Santo Domingo. Las imágenes que recogen las incidencias del grupo que zarandeó a mujeres manifestantes contra el ex presidente apodado “León” y periodistas armados solamente con el lente de su trabajo, robado por demás, dejan un tufo a barbarie y además una señal peligrosa de que “como sea, Leonel es el que va”.
La prepotencia humana nos ha condenado a la fosa. La historia registra nombres de personajes tenebrosos que infectados de prepotencia, manía de grandeza y ribetes de ser supremo, esclavizaron a s u gente y cubrieron de sangre sus pueblos.
Muchas tazas de café, salvadoras de linchamientos, bombardeos y guerras, quedaron pendientes de ser tomadas entre líderes de fracciones cuyos demonios no deben dejarlos descansar aún en la ultratumba.
Aquí, en este patio de atrás como nos tildó el encumbrado León, crece el delirio de grandeza, tan delicado para la frágil democracia que nos gastamos. Asaltar y agredir a una persona que sostiene un cartón, armada solamente con su presencia y voz, es un triste signo de un inevitable camino al sepulcro de la nación. El “como sea” es una fórmula tan inflamable como bravucona.
Si usted fue presidente en varias ocasiones y se sueña todos los días ajustándose otra vez la ñoña, le hacen un enfermizo servicio las turbas y el vocerío de su entorno que agreden y roban a quienes disienten de sus aspiraciones y ejecutorias, sosteniendo la pancarta constitucional de la disidencia.
Esta semana hemos seguido los capítulos de ciertas novelas rodadas en los pasillos de la justicia y la reciente, entre batazos, golpes, hurtos y maltratos frente a un hotel de lujo en Santo Domingo. Las imágenes que recogen las incidencias del grupo que zarandeó a mujeres manifestantes contra el ex presidente apodado “León” y periodistas armados solamente con el lente de su trabajo, robado por demás, dejan un tufo a barbarie y además una señal peligrosa de que “como sea, Leonel es el que va”.
La prepotencia humana nos ha condenado a la fosa. La historia registra nombres de personajes tenebrosos que infectados de prepotencia, manía de grandeza y ribetes de ser supremo, esclavizaron a s u gente y cubrieron de sangre sus pueblos.
Muchas tazas de café, salvadoras de linchamientos, bombardeos y guerras, quedaron pendientes de ser tomadas entre líderes de fracciones cuyos demonios no deben dejarlos descansar aún en la ultratumba.
Aquí, en este patio de atrás como nos tildó el encumbrado León, crece el delirio de grandeza, tan delicado para la frágil democracia que nos gastamos. Asaltar y agredir a una persona que sostiene un cartón, armada solamente con su presencia y voz, es un triste signo de un inevitable camino al sepulcro de la nación. El “como sea” es una fórmula tan inflamable como bravucona.
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