Grisbel Medina R.
sonriete_gris@hotmail.com
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El
negocio más rentable debe ser el de confeccionar placas, medallas,
estrellas y trofeos. Las efigies se entregan a dos por chele en el país.
Cada asociación juramentada distingue al saliente por hacer lo que se
supone era su trabajo. Cada junta de vecinos o club deportivo dedica el
torneo a una figura política o alguien con el poder del dinero donde le
entregan una placa “por sus aportesÖ”. Rara vez se dedica a la honra
silenciosa de gente valiosa y siembra intachable en sus comunidades.
En el ámbito estatal, el asunto empeora. El hambre por el reconocimiento alcanza topes inimaginables. Margarita, hoy vicepresidenta, entregó la máxima medalla ñno recuerdo de qué- a su mismito esposo, en un acto donde honró a “colaboradores” de su otrora Despacho. En fecha reciente la Junta Central Electoral, la misma que grita por más recursos, celebró una Gala de Reconocimientos, para dar pesadas placas a los mismos rostros que siempre reciben loas públicas. Es una especie de convenio interesado y de la porra: me entregas hoy y mañana te distingo ¡Qué barbaridad!
Y así, con el ejemplo de Gómez Díaz, a quien le entregan una placa en cada tarima de su circo musical, asistimos a un círculo viciado por el brillo de medallas y reconocimiento. Antes, las preseas nacionales y mundiales eran pocas y de altísimo valor. El Premio Nobel, el Cervantes, la Palma de Oro en Cannes, el Oscar, estos últimos del cine. En el país, los galardones de la Fundación Corripio, el Premio Eduardo León Jimenes, las condecoraciones del Gobierno y otras de nombradía y respeto.
En el ámbito estatal, el asunto empeora. El hambre por el reconocimiento alcanza topes inimaginables. Margarita, hoy vicepresidenta, entregó la máxima medalla ñno recuerdo de qué- a su mismito esposo, en un acto donde honró a “colaboradores” de su otrora Despacho. En fecha reciente la Junta Central Electoral, la misma que grita por más recursos, celebró una Gala de Reconocimientos, para dar pesadas placas a los mismos rostros que siempre reciben loas públicas. Es una especie de convenio interesado y de la porra: me entregas hoy y mañana te distingo ¡Qué barbaridad!
Y así, con el ejemplo de Gómez Díaz, a quien le entregan una placa en cada tarima de su circo musical, asistimos a un círculo viciado por el brillo de medallas y reconocimiento. Antes, las preseas nacionales y mundiales eran pocas y de altísimo valor. El Premio Nobel, el Cervantes, la Palma de Oro en Cannes, el Oscar, estos últimos del cine. En el país, los galardones de la Fundación Corripio, el Premio Eduardo León Jimenes, las condecoraciones del Gobierno y otras de nombradía y respeto.
- viernes, noviembre 28, 2014
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